Los peligros del verano: la pequeña peluquería de los horrores

Los peligros del verano: la pequeña peluquería de los horrores

Estás de vacaciones, hace una tarde preciosa, con sol y pajaritos cantando. Vas paseando, mirando escaparates y disfrutando del día cuando ves una peluquería. Te atrae su decoración muy agradable y la puerta está abierta. Parece una invitación… y te apetece darte un capricho. Entras y todo parece de lo mas normal. Ojeas unas revistas, un poco de conversación ligera, tal vez hasta te ofrecen un café. Pero sientes que la capa alrededor del cuello te aprieta más de lo habitual. El ruido del secador es un poco más molesto que otras veces. Hay algo que te inquieta pero no terminas de saber qué es… Tus instintos más primarios te dicen que deberías haber salido corriendo y lo sabes. Pero ahora ya es tarde. Las mechas están subiendo. Muy tarde. Compruebas el reloj. Demasiado tarde.
Sales de allí con paso rápido retirando con la mano algunos molestos pelitos que han quedado en tu cuello. Rehuyes tu reflejo en los escaparates. Mejor no verlo. Rápidamente buscas el número de tu peluquera de cabecera y suplicas su compasión. No temas, te comprende y te perdona. Ella hará lo que esté en su mano por salvar lo que quede de tu pelo.
Nos ha pasado a todas y les pasa incluso a las celebridades que se pueden permitir lo mejor de lo mejor. Recuerdo que allá por el 2011 la pobre Pink sufrió una verdadera masacre peluquera. No lo digo yo, sino que ella misma, que en su Twitter subió su foto y puso de vuelta y media a la estilista. Sus fans, tan honestos y claros como ella, lejos de dorarle la píldora y decir que estaba divina, confirmaron sus temores. Era cierto, estaba horrenda y la peluquera merecía un castigo severo. Su caso era aun más sangrante por tratarse de una melena tan corta.
En estos meses recibo en mi salón a clientas que viven en otros países pero son fieles a su cita estival conmigo. Me siento honrada de recibir cada año a mujeres que viven en París, Nueva York, Oslo, Roma y Berlín, donde hay maravillosos profesionales, pero que cuando vienen a Gijón siempre pasan por mis manos. Del mismo modo, muchas de mis clientas habituales se van de viaje y pasan por manos de peluqueras diferentes en la otra punta del país o del mundo. Me encanta. Yo soy la primera que digo que hay que experimentar y probar para poder comparar y apreciar lo que habitualmente disfrutamos. Es algo que nos enriquece a todos, profesionales y clientes.
Eso si, para evitar dramas con mala solución mejor no experimentar cambios drásticos de corte y color si no tenemos ninguna referencia previa. No sería muy agradable tener que llevar sombrero el resto del mes hasta llegar a casa y poder solucionar unas mechas infames.
A mis clientas internacionales ¡Gracias por confiar en mi un verano mas!
A todas mis valientes clientas habituales que vais a ir a una peluquería nueva en otro país… ¡Precaución… y buena suerte!

Artículo escrito por Sara Ruesga para Mujerespacio La mirada de Sara Ruesga